lunes, 23 de junio de 2014

DIARIO DE UNAS VACACIONES



Hoy hace una semana que me montaba en un autobús camino de El Escorial con gente a la que no conocía de nada. Esto hacía unos meses no lo habría hecho ni de coña ¿Yo? Pero si soy la persona más tímida, más vergonzosa, más retraída y más dependiente del mundo. Pero las ganas de relacionarme con alguien fuera de mi ambiente familiar me podían, así que allí que me fui. Además acababa de llevarme un palo la semana anterior y creí que me vendría bien. Llegué a la puerta de AMAI sin conocer a nadie, entre ellos sí parecían conocerse y yo me hice a un lado. Empezaron a hablarme y me solté un poco, sólo un poco. Estaba acojonado ¿y si tenía una crisis? Pero decidí desconectar mi yo negativo y encender el positivo... de momento a baja intensidad.


Lunes.

Primer día. Lo dedicamos a acomodarnos en el albergue. Un sitio precioso, al que creemos que no vamos a llegar porque el camino es interminable. Lejos de ruidos, rodeados de árboles, plantas y flores hacemos los grupos de cocina, la lista de la compra. Comemos la ensalada de pasta que se hace para todo el pueblo y para repetir si alguien se queda con hambre. Algunos duermen la siesta otros se dedican a otras cosas y yo a luchar por no quedarme dormido para poder descansar por la noche y aprovechar el sueño acumulado de la noche anterior por culpa de los nervios. Por la tarde bajamos al pueblo a tomar un café y dar un paseo. Sin darme cuenta estoy hablando con gente tranquilamente y sin los nervios que siempre tengo para que no se me note eso tan raro que me pasa. En teoría por la noche, después de la cena, está programado ver una película, pero se queda en la teoría, porque allí todo el mundo tiene ganas de hablar o de dormir o como yo: con miedo de no dormir. Increíblemente caigo en un sueño del que me despierto completamente despejado y descansado.


















Martes.

 Segundo día. Toca piscina. Tal vez este es el día que menos me gusta. Lo de estar vuelta y vuelta como los lagartos torrándome al sol no me hace gracia y encima me da pánico quemarme. Además me toca cocina y hacer tortillas de patatas para quince era un marrón. En fin, cierro los ojos y a la cocina. Había escuchado que a Lola se le daban bien las tortillas así que tal vez la cosa no fuera tan mal. Pela patatas, pica patatas, ¿con cebolla o sin cebolla? Todos con cebolla, pues hala a llorar picando cebollas, con esa sartén no vamos a terminar nunca ¿y si las freímos en esta olla? y venga echa más aceite. Bate huevos ¿Como van las patatas? Pablo no metas prisa que el fuego tarda lo que tarda. Venga Lola que toca darle la vuelta. Ahora, que no mira nadie. Bien. La primera ha salido perfecta, se ha agarrado un poco pero no se le puede pedir más a la sartén. Venga, a por la segunda ¡Perfecto! Y la tercera, de repente la cocina se llena de gente ¡Todos fuera que se pone nerviosa! ¡Bien! Pablo hace los lomos y nosotros nos subimos a prepararnos.
Damos una larga caminata, yo quiero andar, pasear me relaja y en el último tramo nos recoge Pablo y no sube a la piscina. Hace un día estupendo. Calor, el justo para querer darse un baño en el agua fría. Llega la hora de la verdad ¡Las tortillas son un éxito! Leo, nado y me sorprendo haciendo algo que no suelo hacer, escucho música por escucharla y lo disfruto. Volvemos al albergue. El plan es cenar pescado y ensalada. Pero hay dos problemas: 1) Se nos ha olvidado descongelarlo. Se me enciende mi piloto de maruja y bajo corriendo a descongelarlo en agua caliente y 2) el pescado se deshace en la sartén y terminamos por hacer migas de merluza y ya cada uno que elija si quiere la quiere mezclar con la ensalada o comérsela a parte. Sara, Sergio, Lola y yo hemos hecho un equipazo. En los momentos de cocina me percato que por allí siempre está Nuria observando y queriendo aprender, así que entre unos y otros hacemos que se vaya del campamento hecha una cocinera. Ahora solo toca que continúe haciéndolo en casa. El gran hotel Budapest y las palomitas de esa noche no tienen mucho interés. Para unos la película es rara, otros no la escuchan bien y yo ya la he visto. Lo de la peli por la noche me parece que no está saliendo. Vuelvo a caer en un profundo sueño.



Miércoles.

Tercer día. Las caras hoy están muy torcidas. La caminata hasta la silla de Felipe II no hace mucha gracia pero a mí me apetece muchísimo. Hace mucho que no hago una de éstas y me propongo como reto no rendirme y llegar hasta el final a pesar de que Pablo va a ir yendo y viniendo con el coche a recoger a quien se canse. Es todo muy divertido. ¿Cuanto vive una mariposa? Subimos rodeados de ellas y todos creemos en el mito de que solo viven un día. Pero no puede ser. Algo tan bonito y tan efímero ¿Y como mueren? Pluff, explotan en una bomba de purpurina. Llegamos por fin a la silla. Alguien pensaba encontrarse con un trono o algo así y cuando ven la roca se llevan un chasco. El mito dice que Felipe palito palito mandó construir la para ver el avance de las obras del monasterio, pero posteriormente se ha descubierto que la silla es de la época romana.

Caemos en la cuenta de que hoy somos republicanos. El Rey ha abdicado y hasta mañana no reinara otro Felipe, el VI. Devoramos los bocadillos, el gazpacho de Bertín Osborne y la sandía que está para morirse del gusto. Descubrimos una camada de gatos muy listos y muy capullos que saben más que los monos de Gibraltar. Damos una vuelta investigando por la zona y contemplamos las vistas que son alucinantes. Por un lado El Escorial y por el otro Madrid. Volvemos a bajar y sueño con el helado y con agua. Nos confundimos de camino y Pablo por otro lado con el agua. Terror. ¡Yo llevaba el Ventolín! Estaba seguro. Es lo primero que he preparado por la mañana, si he entrado en la cocina contándolo triunfante. No lo necesitaba demasiado, pero ahora ya sí. Revuelvo la mochila, saco todo, la vuelco. Ansiedad. Corriendo a una farmacia. Compro uno nuevo y ya puedo respirar tranquilo (a última hora había decidido cambiar de mochila y me lo olvidé). Tomamos el helado y llegamos reventados al albergue. Partido España-Chile. España pierde. Ya no somos la roja, y a mí que más me da, yo estoy muerto. Tirados en la cama Vero me enseña estrategias para llevar las heridas de guerra con alegría, a no ponerme nervioso cuando me preguntan porque mi muñeca está cubierta de pulseras o a tener que cocerme en verano con pantalón largo. Esta noche cena cada uno lo que pilla y nos quedamos hablando en la calle hasta las tantas escuchando las historias de cuando Adela era  joven, la importancia que le da a una buena condecoración en las películas y las palabras que le diría al señor rey si le tuviera delante. Todos la escuchamos muy atentos porque nunca sabemos como van a terminar sus anécdotas y nos morimos de la risa.

Jueves.

Cuarto día. El ambiente está tenso. Ninguno nos queremos ir y estamos nerviosos. Estamos tan a gusto en nuestra casita en el campo, en nuestra burbuja que volver a la realidad es lo que menos nos apetece en el mundo. Hoy es la coronación de Felipe VI pero creo que nadie se acuerda. Después de desayunar nos damos cuenta que hay sitios de la casa que no hemos descubierto o a los que no hemos ido. En la parte baja de la finca hay una mesa de piedra y nos subimos a bailar. La mesa baila más que nosotros, pero da igual, lo estamos pasando bien y a lo mejor eso vuelve a ser el comienzo del camino hacia la felicidad. Hoy hacemos las camisetas. Yo elijo el modelo menos hippy de todos, no me gusta el jipismo. Nadie se atreve a empezar. Pues venga, me tiro a la piscina. Echa bien del verde feo, vamos a probar a ver como queda (total, si no me gusta no me la pongo y listo. Nadie se va a enterar) Uno tras otro vamos tiñendo las camisetas sin mucha confianza de que aquello salga bien. Pablo nos da un discurso, nos pide calma y empezamos la gincana. Hacía tanto tiempo que no jugaba a una que me vuelvo un niño pequeño. Otra vez yo el primero. El juego de la cuchara y el huevo, el tabú y el mejor de todos: una gallinita ciega reinventada. Uno se tiene que vendar los ojos y otro conducirle con unas pautas marcadas en un recorrido hasta una silla. Esta siendo todo tan divertido hoy. Qué pena que se acabe. Comemos y sin dar tregua a la siesta nos marchamos a ver el monasterio. Ya había estado y lo recordaba más grande. Yo era más pequeño. En el museo me pierdo entre los cuadros flamencos que coleccionó Felipe II y cuando me quiero dar cuenta me he quedado muy atrás. Continuamos el recorrido hasta llegar a los panteones. Todo el que haya estado las recordará siempre. La sala de reyes es de mármol oscuro yo la recordaba muy blanca, después resulta que esa sala tan blanca que yo recordaba era la del panteón de Infantes. Es algo escalofriante y precioso a la vez. Después de la cena sacamos las camisetas. Son todas distintas y todas muy chulas, ¡Es cierto! Laura decía que parecerían compradas. Me retiro un rato solo a reflexionar sobre la experiencia. Se acerca Lola y hablamos un rato le cuento lo contento que he estado esos días y lo bien que me han venido para desconectar totalmente de mi yo negativo y reencontrar el positivo.

                                  




Viernes.

 Quinto y último día. Hoy toca pinchar la burbuja y volver a casa. Tengo que aguantarme las lágrimas en más de una ocasión. Hago la maleta rápidamente, quiero quitármelo del medio lo antes posible. Bajo a desayunar y como todos los días soy el primero en bajar y tomarme un café. Después ya desayuno con todos. Pero ese primer café y el cigarro de por la mañana para mí solo son sagrados. Cuando todo el mundo se levanta desayunamos, cojo mi café y me vuelvo a la calle. Me siento con Pablo y hablamos un rato, hasta ese momento no me doy cuenta que no hemos hablado él y yo solos. Imagino que es buena señal, no ha habido nada fuera de lo normal. Algún día me gustaría llevar la vida como la lleva él, sin parar de un lado para otro y lleno de energía, así que apunto los consejos que me regala. Le cuento un poco por encima las nuevas ideas que se me han venido a la cabeza y que me han hecho descubrir algo que llevaba dentro y que no había descubierto. Las ganas que siempre he tenido de ayudar a la gente y la forma en que me gustaría hacerlo ya que poco puedo hacerlo  a través de mi oficio que está tan poco valorado. Me monto en el autobús y como vuelvo hablando con Tamara no me doy cuenta del viaje hasta que llegamos a la estación y tengo que coger el metro para ir a Atocha. Cuando me subo al tren ya no puedo evitarlo y rompo a llorar.

Llego a casa y siento que algo ha cambiado dentro de mí. Que he avanzado un poco en el camino. Que me he reencontrado. Que comienza a darme igual lo que piense la gente porque he visto que ahí afuera hay gente como yo, gente a la que no tengo que darle ninguna explicación de como me siento o por qué me siento así. Gente que sabía que existía pero que no había tenido la fortuna de encontrarme. Que tengo que quitarme de la cabeza que soy un cáncer que se lo va comiendo todo. O que me despidieron del último trabajo por miedo a que me volviera loco y matara a alguien, o del despido absurdo de la residencia que aún me pesa. Que mi vida es mía. Que yo soy el conductor de mi autobús y no un pasajero. Que vuelvo a tener proyectos y que tengo que tener paciencia porque me volveré a caer pero no tengo que desesperar porque me volveré a levantar. Que no tengo que dejarme llevar por el miedo porque he comprobado que por mí solo puedo hacer las cosas y que más pronto que tarde quiero volver a ser autónomo.

Esta entrada es para vosotrxs: Nuri, Mónica , Sara, Sergio, Vero, Mónica, Adela, Eli, Eva y también para Paola aunque abandonara el barco.

Para Lola, Laura, Tamara y Pablo por cuidar tan bien de nosotros y currárselo tanto.

Para Gerardo por confiar en mí y en mi estabilidad.

Y para AMAI por hacernos este regalazo.

Obviamente no voy a subir fotografías de nadie.

2 comentarios:

  1. Ole, ole y ole. Yo me lo he leído entero. Espero que todas tus fuerzas sigan y que tu camino siga hacia adelante, sin perder la esperanza, verás como todo sale bien. Y también espero reencontrarnos pronto. Un placer conocerte. Un besazo.

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    1. Ey, Eli, Qué alegría. Hacía mucho que no lo abría y no había visto tu comentario. ¡Qué ilusión! Yo también espero que estés bien y que nos veamos prontisimo.

      Un beso enorme.

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